En estos tiempos de "crisis de valores" me ha parecido interesante recordar a este, casi desconocido, andaluz y mostrarlo como modelo de "otra casta de políticos".
Es de justicia conocer y reconocer a Melchor Rodríguez. Desgraciadamente la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía está mas pendiente de su "guerrilla" contra el Gobierno del PP que de dotar de contenidos las asignaturas, para que nuestros hijos sepan de donde vienen y puedan tener los instrumentos para saber a donde van.
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11-11-2008
En estos tiempos de Memorias Históricas,
Jueces Garzones y demás zarandajas, quiero recordar a un personaje de los que
hacen que la humanidad merezca la pena. Quiero dar a conocer a un ANDALUZ
digno, a un personaje que si en vez de haber nacido en España lo hubiese hecho
en Alemania o América, seguramente sería
conocido por todos y su vida habría sido llevada al cine. Y quiero contraponerlo a otro personaje,
mucho más conocido, pero mucho más indigno.
Melchor Rodríguez, nació en Sevilla en 1893 y
murió en Madrid el 14 de febrero de 1972. También conocido como El ángel
rojo, fue un sindicalista y anarquista
español, concejal,
delegado de prisiones y brevemente alcalde de
Madrid, durante la Guerra Civil de España. Huérfano desde muy
niño, empezó a trabajar de calderero a los 13 años. Fue torero hasta que sufrió
una grave cogida en Madrid, en 1918. Se trasladó a Madrid a trabajar como
chapista y se afilió a la CNT (anarquista).
Allí comenzó su lucha en favor de los derechos de los reclusos, incluso
de aquellos de ideología contraria a la suya, lo que le costó la prisión en
innumerables ocasiones durante la monarquía y la República.
Al estallar la Guerra Civil Española de 1936, las
organizaciones anarquistas cooperaron con el gobierno. El 10 de noviembre,
Melchor Rodríguez fue nombrado delegado especial de prisiones de Madrid. Desde
este puesto intentó detener las sacas de presos de las cárceles de
Madrid (traslados de grupos de reclusos que eran posteriormente fusilados en
Paracuellos de Jarama), aunque ante distintas presiones e interferencias para
que éstas prosiguiesen dimitió el día 14. Retomó su puesto el día 4 de
diciembre tras las protestas del Cuerpo Diplomático y del presidente del
Tribunal Supremo, Mariano Gómez. Sin embargo esta vez lo hizo con poderes
plenipotenciarios como Delegado General de Prisiones, otorgados por el entonces
ministro de Justicia del Gobierno republicano, el anarquista García Oliver. Solo entonces consiguió Melchor
Rodríguez detener las matanzas de Paracuellos y la situación de
terror de las cárceles, al precio de enfrentarse con algunos dirigentes
comunistas que pretendían seguir con ello, y con gran riesgo de su vida en
varias ocasiones según testimonios de numerosos testigos presenciales. En una
ocasión se presentó en la cárcel, pistola en mano, para defender a los presos
de las turbas que pretendían lincharlos, amenazando incluso con dar armas a los
reclusos para que pudieran defenderse.
Gracias a él no se cumplieron los planes de la
Junta de defensa de Madrid, en cuyo departamento de Orden Público estaban los
comunistas Santiago Carrillo, Serrano Poncela y Fernando Claudín, mirando
para otro lado. Esos sangrientos “paseos” se produjeron durante las jornadas
del 6 y 7 de noviembre de 1936, para celebrar el aniversario de la Revolución
Rusa y pretendían asesinar a 18.000 personas, de las que consiguieron hacerlo a
unas 5.000, mujeres y niños incluidos.
Este
Schindler andaluz salvó de la muerte a miles y miles de personas, algunas
de las cuales dieron después testimonio de su humanitarismo (por ejemplo, los militares Agustín Muñoz Grandes y Valentín Gallarza, Serrano Súñer -que luego formaría parte de los
gobiernos de Franco-, el Dr. Mariano Gómez Ulla, los hermanos Rafael, Cayetano,
Ramón y Daniel Luca de Tena, el futbolista Ricardo
Zamora y los falangistas Rafael Sánchez Mazas, y Raimundo Fernández-Cuesta, entre otros.
Al acabar la guerra civil Melchor Rodríguez fue
detenido, juzgado y condenado a la pena de seis años y un día de prisión por
sus actividades anarquistas y su actuación en la administración republicana.
Contó con testimonios favorables de personalidades de la derecha,
particularmente el general Muñoz Grandes, que recordaron cómo había
defendido la vida de sus rivales políticos, y fue puesto en libertad al cabo de
un año y medio. Durante el franquismo, continúo con el activismo y propaganda
de los ideales ácratas, participando activamente en la CNT clandestina.
A su muerte en 1972 (con Franco en el poder)
acudieron al sepelio muchas personas de ideologías enfrentadas; anarquistas y
falangistas entre otros. Se cantó el himno anarquista "A
las barricadas", transcurriendo la ceremonia, pese al hecho y a la
época, sin ningún incidente.
He querido recuperar la memoria de este ser
humano excepcional en unos momentos en los que todos los días escuchamos hablar
de la Memoria Histórica. Es triste ver el analfabetismo instalado en el poder y
los demás estamentos del país. Me parece indignante que mientras personas como Melchor
Rodríguez permanecen en el cruel e injusto anonimato, otros, como Santiago
Carrillo, recibe premios y homenajes por parte de una clase política que se
dice de izquierda y que lo único que sabe es enfrentar a unos españoles contra
otros, a pesar de que muchos son hijos y nietos de FRANQUISTAS de pro.
Si quieren recuperar la memoria, que empiecen por
abandonar el odio, el revanchismo y todo lo negativo que tantas veces llevaron
al enfrentamiento fratricida a las DOS ESPAÑAS. Que recuperen la memoria de
esas personas que, a pesar de la guerra, fueron capaces de darnos ejemplo de
humanidad, dignidad y justicia. ¡Queremos modelos como MELCHOR RODRIGUEZ!,
modelos a seguir y a imitar. No queremos modelos como Santiago Carrillo y otros
del mismo estilo, que lo único que trajeron y sembraron fue el odio y la muerte
y que traicionaron hasta a sus propios padres.
En estos
días de revisionismo histórico, mostremos a nuestros jóvenes a estas personas
que fueron capaces de estar por encima de la política de la muerte.
Quiero terminar con una frase de Melchor
Rodríguez que define perfectamente sus ideas y sensibilidad.
"Se
puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas".
LUIS FARACO ROLDAN
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