Lo que estamos viviendo en España en los
últimos tiempos, a cuenta del proceso de secesión catalana, quedará para la
Historia como el mayor anacronismo de los últimos 120 años. Estamos inmersos en
el pesimismo de la España de 1898 y hemos vuelto a los errores de finales del
siglo XIX, en España y en Europa.
En ese nefasto siglo Europa y España
sufrieron, en una especie de “ley del péndulo”, un retroceso cultural y social
de tintes dramáticos.
El S. XVIII había sido “el siglo de las
Luces”, el “siglo del la Razón”, el del pensamiento Ilustrado. Había
significado, merced a la Revolución Francesa (1789) y las posteriores réplicas
y contra-réplicas revolucionarias (1820,
1830 y 1848) el mayor avance en la conciencia social desde que el hombre esta
sobre la tierra. Las ideas “liberales” arrasaron con los privilegios
“estamentales” de una sociedad que conservaba una estructura medieval en muchos
aspectos.
Lo mas importante de lo que se consiguió en
este proceso “revolucionario” fue la toma de conciencia de los europeos, el
sentimiento de ser ciudadano, con sus derechos y obligaciones y haber dejado de
ser “siervos”, propiedad del “señor” o del “rey”. Por primera vez (en las islas
británicas sucedió antes la Revolución Inglesa, a partir de 1642 con la República y el Protectorado de Oliver
Cromwell) los individuos eran “sujetos de derechos” y nos otorgábamos Leyes que
estaban por encima de las élites y del Rey. Diderot, en 1751, publicaba los
primeros tomos de la Enciclopedia Francesa. Aquello fue la “verdadera
revolución” y lo que asusto a esas élites oligárquicas, eclesiásticas y
militares. Ya nada volvería a ser igual, o al menos eso pensaron todos.
Pero llego la segunda mitad del Siglo XIX y
los llamados “movimientos nacionalistas” de corte ultraconservador en Europa.
En principio, este movimiento, supuso la extensión de una forma de entender “lo
nacional” al estilo germánico o racial. Una identificación de “la nación” con
una raza, una lengua y unas fronteras, a lo que se sumarian unos fuertes
intereses económicos. Estos movimientos fueron capaces de aglutinar, en muchos
casos por las armas, a importantes colectivos “desencantados” con los imperios
europeos que los habían gobernado hasta entonces. Así nacieron Alemania e Italia,
a finales del siglo XIX.
A
principios del siglo XX ese sentimiento fue “utilizado” y manipulado por todo
tipo de ideas extremistas. Así vemos, en las primeras décadas del siglo, nacer
la URRSS, la Italia fascista y la Alemania Nazi. Estas ideologías nacionalistas
se extendieron por todo el mundo y llevo a los mayores enfrentamientos, guerras
y exterminios raciales y religiosos de la Historia universal.
Yo creí que habíamos aprendido algo de la
Historia. Desgraciadamente, no.
A
principios del siglo XXI, el afán de poder de ciertas élites políticas catalanas,
alternativas a los que habían gobernado el principado desde la transición,
formaron un llamado “tripartito”, formado por EU, ERC y el PSC-PSOE
(curiosamente los mismos partidos que en 1934 intentaron un golpe de estado
contra la República y que luego se quedó en la llamada “revolución de
Asturias”). En ese momento, el nuevo líder del PSOE a nivel nacional, Rodríguez
Zapatero, desconociendo la Historia y la Constitución de 1978, a pesar de haber
estudiado derecho, se comprometió a aprobar en Madrid el Estatuto de Cataluña
que saliese aprobado en Barcelona. Y ese es el momento de partida de este drama
político actual que puede acabar en tragedia.
Desde que iniciamos el presente siglo, estamos
sufriendo a nivel mundial y sobretodo en España la mayor plaga de “malos
políticos” de nuestra Historia. El analfabetismo, mezclado con el
resentimiento, el fracaso personal y la ambición desmedida son un coctel
explosivo.
Vemos como partidos de extrema izquierda, en
teoría “internacionalistas” y contrarios a las fronteras, apoyan las veleidades
ultranacionalistas y filo nazis de unos partidos catalanistas decimonónicos,
solo porque creen que destruyendo a España van a acabar con el “Sistema del 78”
que tanto odian. Vemos a los timoratos equidistantes que quieren culpar a todos
de todo, como si repartiendo culpas a diestro y siniestro ellos pudieran
“pescar en el lodazal” y finalmente, vemos como una sociedad anestesiada asiste
entre sorprendida y asustada a un espectáculo bochornos y antidemocrático
pensando que “eso no va con ellos” y que los políticos que han creado el
problema lo tienen que solucionar.
Hay que llamar a las cosas por su nombre. Los
catalanistas han estado acostumbrados a chupar de la teta de España y ahora
piensan que se esta agotando y que es preferible abandonar el barco. De camino,
esperan que queden impunes todas las tropelías y corrupciones cometidas en los
últimos 40 años y que la Justicia independiente esta investigando. Los nuevos políticos
del “cuanto peor, mejor” solo quieren destruir a España desde los cimientos y
utilizarnos de laboratorio como si fuésemos Venezuela. Por este motivo, los
grandes partidos nacionales tienen que tener altura de miras, identificar al
enemigo y unirse en el combate futuro que será a muerte. Está en juego nuestro
futuro como democracia y por eso, esperamos y deseamos que nuestras
organizaciones políticas sean capaces de construir un futuro mejor, para todos.
"Daría la mitad de mi vida para
que los nacionalistas pudieran defender sus tesis, pero la otra mitad la
necesito para batallar para que los nacionalistas no consigan lo que
pretenden." Voltaire.
LUIS FARACO ROLDÁN