Ortega y Gasset, en su Teoría de
Andalucía, reconoce la marcada personalidad de nuestra tierra cuando
escribe: “Andalucía, que no ha mostrado nunca pujos ni petulancias de
particularismo; que no ha pretendido nunca ser un Estado aparte, es, de todas
las regiones españolas, la que posee una cultura más radicalmente suya”.
Cuando han pasado unos días del 4 de Diciembre
de 2015. Ya han pasado 38 años de aquel día histórico del año 1.977, un año
antes de que se promulgara nuestra Constitución del 78, día en el que casi dos
millones de andaluces nos echamos a la calle para clamar contra una injusticia
histórica que se intentaba perpetrar, nuevamente, contra Andalucía y otros
pueblos de España. Aquel día, el pueblo andaluz desbordó a sus políticos y
salió a la calle portando la bandera blanca y verde de Blas Infante. Fue
emocionante ver esa bandera públicamente y portada por niños. Era un homenaje
póstumo al padre de la patria andaluza, que no podía estar por haber sido asesinado
por unos criminales intolerantes 41 años antes. Pero Don Blas Infante sí estaba
allí, se sentía en todas partes, se escuchaba su respiración de incipiente
democracia, su sangre injustamente derramada por el Ideal Andaluz, pero,
sobretodo estaba presente en las solapas de sus compañeros andalucistas: Juan Álvarez
Osorio, Emilio Lemos y Manuel Escobar, supervivientes de las Juntas
Liberalistas que fundara Blas Infante.
En
todas las capitales y poblaciones importantes de Andalucía salieron a la calle
y, como dato curioso, la segunda ciudad en la que mas ciudadanos salieron
(250.000) fue Barcelona.
Mientras
escribo este articulo, se esta produciendo un debate en TV entre las 4 fuerzas
políticas con mayores expectativas, a tenor de las encuestas, y he sentido
vergüenza ajena escuchar al líder de Podemos, el politólogo Pablo Iglesias,
decir que Andalucía el 4 de Diciembre del 77 decidió seguir unida a España.
Esta es la talla política de los que se presentan como alternativa de futuro y
que no tienen pudor en mostrar públicamente su analfabetismo histórico y
político.
Ha pasado el
suficiente tiempo de aquellos acontecimientos como para que los que lo vivimos
en primera persona, nos sintamos orgullosos de lo que iniciamos y, en segundo
lugar, expliquemos a las nuevas generaciones que no se tomen frívolamente el
esfuerzo, el sentimiento y el sacrificio de millones de andaluces para los que
era un sueño poder expresar, en libertad, su anhelo de autogobierno y su
orgullo de “ser andaluces”. De pertenecer a un pueblo milenario, mil veces
invadido pero nunca conquistado, porque esta tierra y estas gentes han sabido
conquistar a todos los pueblos y culturas que a lo largo de milenios han pasado
por aquí. Hemos sido capaces de ir fusionando a cada una de las culturas, desde
Tartésicos, Turdetanos, Romanos, Visigodos, Musulmanes, judíos, cristianos,
etc. Hasta conformar una mezcla irrepetible. Por eso los andaluces decimos que
en Andalucía nadie es extranjero, estamos acostumbrados a recibir a todo el
mundo y nuestro “andalucismo” no es étnico ni excluyente. Al fin y al cabo, los
nacionalismos excluyentes y ultraconservadores son demasiado jóvenes,
apenas del siglo XIX, mientras que el
andalucismo universalista es milenario. Esos nacionalismos excluyentes no van a
sobrevivir en el tiempo porque la humanidad se ha conformado por oleadas
migratorias a lo largo de los millones de años de existencia del hombre sobre
la tierra, en cambio Andalucía es milenaria y seguirá siendo tierra de acogida
de personas, de culturas y de ideas, como siempre fuimos. Y no necesitamos
demostrar “catetamente” nuestros caracteres diferenciadores, porque es
justamente lo contrario, nosotros mostramos nuestra universalidad. Hemos
aportado emperadores al mayor imperio de la antigüedad, pensadores y
científicos de proyección mundial, poetas y artistas de talla internacional y
todo lo hemos hecho con generosidad y naturalidad.
Hoy, que se
cuestiona nuestra Constitución y nuestro modelo de Estado, creo que es momento
de reivindicar una manera de sentir y de ser, que es como nos identificamos los
andaluces. Tenemos que estar orgullosos y ser capaces de extender al resto de
España nuestra forma de vivir, porque no merece la pena vivir en el
enfrentamiento irracional y permanente para fabricar diferencias artificiales
entre los pueblos de España.
“Andalucía
por si, por España y la Humanidad” ¡cuánta grandeza en tan pocas palabras! Y
que lección de generosidad y humildad. Así se comportan los pueblos grandes y
las personas grandes.
Quiero
terminar este escrito con un pequeño homenaje a la persona que ha quedado unida
por siempre a este día trascendental para Andalucía, José Manuel García
Caparrós, aquel que se subió enarbolando la bandera blanca y verde para ponerla
en el balcón de la Diputación de Málaga, porque el Presidente, a pesar de haber
votado el Pleno a favor de ponerla, había decidido que no hondearía. Aquel que fue
abatido por un disparo de la policía por defender a Andalucía, a su bandera y a
su autonomía.
Luis Faraco Roldan
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